Durante esta semana y olvidados ya los últimos vestigios del período veraniego, toca centrarse en el día a día del Despacho, o lo que es lo mismo, en el día a día de los innumerables conflictos que sufren (o disfrutan) nuestros clientes.

 

Y lo primero a lo que quiero referirme es a tratar de desentrañar en qué se basa la relación entre abogado y cliente, cuál es el arcano que lleva a generar la complicidad necesaria para que alguien busque la ayuda de un abogado que trate de solucionar o al menos aliviar los problemas que han dirigido sus pasos hasta nuestra sala de reuniones o le han hecho teclear nuestro número de teléfono.

 

Inevitablemente, todas estas preguntas nos llevan a una palabra mágica, una palabra común que todos utilizamos sin pensar mucho en su alcance y contenido, pero que define y encierra, con sus nueve letras, el sentido y significado de la relación profesional entre un abogado y su cliente.

 

LA CONFIANZA.

 

La confianza no es otra cosa que la firme esperanza que se tiene en que alguien o algo, vaya a ayudarnos en nuestro problema, y por tal motivo depositamos en ella nuestras expectativas.

Ser el receptor de esas expectativas es una gran responsabilidad, es un orgullo conseguirla y un duro trabajo el conservarla, ya que como señalaba el doctor Augusto Cury “La confianza es un edificio difícil de construir, fácil de demoler y muy difícil de reconstruir”.

 

A los abogados, en ocasiones, se nos olvida que vivimos de nuestros clientes, y trabajamos para ellos, y que el éxito de la relación que mantenemos con ellos se basa, muy por encima de los resultados, en la capacidad que tengamos de mantener la confianza que, en algún momento, han depositado en nosotros.

 

Un cliente me dijo en una ocasión para justificar irse del Despacho con el que trabajaba y venirse conmigo que “él no buscaba al mejor abogado, sino al abogado que lo escuchara y lo entendiera, en definitiva, al abogado en que sintiera que podía confiar”.

 

Pues bien, si algo me ha enseñado el paso del tiempo es que tal afirmación es cierta, y que, aunque los resultados y los triunfos llegan, tras 20 años de ejercicio creo poder afirmar que es una minoría la de aquellos clientes, al menos los buenos, a los que solo les importan éstos.

 

Por eso, empezamos el año, y no nos queda otra que seguir trabajando en consolidar lo que tenemos, en procurar no deteriorarlo, y además, en tratar de evitar los abusos de confianza, que también ocurren, aunque de esto último, ya hablaremos otro día.

Juan.