La última vez que me sentaba a escribir, traía a esta hoja en blanco lo que consideraba uno de los más importantes, por no decir el más importante pilar en que se debería basar la relación entre abogado y cliente, que, desde mi punto de vista, no es otro que la confianza.

Hoy, tras un par de semanas con actuaciones judiciales, reuniones con clientes y abogados contrarios, me voy a detener en otro de los elementos que considero clave en la relación de los abogados no sólo con los clientes, sino también con los propios compañeros del despacho, e incluso, con los abogados contrarios, refiriéndome en este caso a la comunicación.

Para mí, la comunicación es uno de los aspectos fundamentales en la actividad que desarrollamos como abogado.

Siempre he entendido, y así lo transmito en el Despacho, que la comunicación es un elemento esencial de nuestra profesión, y por comunicación no me refiero al uso de un extenso vocabulario o una rica oratoria, sino a la manera de hacerte entender con tu interlocutor mediante el intercambio de mensajes lo suficientemente claros e inequívocos como para alcanzar el objetivo buscado.

En esta primera aproximación a este tema de la comunicación, porque me temo que voy a insistir en este asunto, me voy a centrar únicamente en la comunicación con los clientes, refiriéndome únicamente a algunas cuestiones generales, que entiendo deben ser utilizadas por un abogado, para hacer que la comunicación sea efectiva y eficaz,

La importancia de la comunicación en relación con los clientes, está intrínsecamente vinculada a la confianza, ya que, sin lugar a dudas, la fluida y eficaz utilización de la primera será herramienta indispensable en la generación de la segunda.

En términos generales es preciso que, en todo momento, el cliente sienta que está siendo escuchado y no meramente oído. Se trata de escuchar al otro, de atender al otro y en definitiva, de conseguir que el cliente sienta que ha nacido o está naciendo la confianza suficiente como para poder manifestar todo aquello que necesita y le preocupa.

Para que la comunicación sea eficaz es necesario que a través de ella seamos capaces de determinar lo que es trascendente e importante para el caso que nos ocupa, es decir la comunicación tiene que dirigirse a un objetivo concreto, evitando la generación de “ruido” que, únicamente va a distraernos y apartarnos del objetivo que buscamos con esa comunicación.

La comunicación, como elemento generador de la confianza ha de ser un ejercicio basado en la honestidad, en mostrar la voluntad de ayudar, pero sin generar en el otro expectativas, miedos o angustias que son en todo caso cortoplacistas.

Siempre me ha sorprendido quienes, por un lado, con el ánimo de tener tranquilo al cliente, le esconden la gravedad del asunto, al tiempo que otros, con una intención que no alcanzo a entender, exageran tanto la complejidad del problema como la posible gravedad del mismo.

Quizás sean éstas unas técnicas comerciales muy avanzadas, pero desde mi humilde punto de vista, se trata de actitudes o estrategias que en modo alguno pueden considerarse positivas, ya que más temprano que tarde, el cliente se topa de frente con la realidad y se siente indefectiblemente engañado, con la merma que tal circunstancia supone para la confianza que debe presidir la relación.

La realidad jurídica de la situación, sus elementos y consecuencias, han de exponerse siempre desde la más simple y rotunda sinceridad, sin que la crudeza de la información suponga una merma de la necesaria empatía que el abogado ha de transmitir a su cliente.

La comunicación ha de ser, en la medida posible, cercana y sobre todo empática, no podemos obviar que, a la postre el buen abogado acabará siendo un acompañante del cliente, no sólo mediante la aportación de los aspectos técnicos que han de aplicarse al caso concreto, sino también por el soporte en aquellos aspectos emocionales que sin lugar a dudas pueden surgir en esa relación de confianza, y siempre, con el suficiente freno para no perder la objetividad y la posición que se espera del abogado

Por último, y para despedirme, solo me resta decir que no pretendo, en modo alguno, que estas líneas se entiendan como pautas que hayan de cumplirse, sino que solo vuelco en esta ventana, sin pretensión alguna, las reflexiones que me asaltan en este inicio de curso.

Volveré.